RELATOS DE UN CREYENTE. CURA PARA EL ALMA
RELATOS DE UN CREYENTE
UNA CURA PARA EL ALMA
A esa ciudad de arena que es la Meca arribó un Doctor,
reconocido en su tribu de Azad, llegó a peregrinar a la sagrada Kaaba,
siguiendo el olor de la santidad de la primera mezquita al igual que muchos otros,
allá le advirtieron contra un desequilibrado, un hombre que había perdido el
asidero de la realidad “Muhammad arrastra a otros al pozo de la locura, alejate
de él”, le sugirieron con la voz vibrante de miedo.
El corazón del Doctor Damaud rebosó de pánico, fue
tanto su pavor que pensó en ponerse algodones en los oídos para que así las
palabras del loco no penetraran en su mente sana, pero él era un hombre dotado
con sabiduría por Allah y Él lo iluminó, cuenta entre risas que se le ocurrió
la idea: “Soy un doctor y he curado a los locos antes, quizás yo pueda curar a
Mujámmad.”
Con esa buena intención como baluarte se encaminó a
donde se sentaba el Profeta cerca a la
Kaaba, con sus buenos modales como presentación el doctor se le acercó a quien
acusaban de acunar la demencia y con una voz susurrante, que esperaba ser calma
para no exaltar la locura, le dijo: “Mujámmad, he administrado tratamiento para
esta enfermedad y Dios me ha permitido curar a mucha gente, ¿me permitirías
tratarte?”
Imagino al Profeta, toda su calma rodeándolo como un
manto, su paciencia ascendiendo para pronunciar solo una respuesta: “Toda
alabanza Le pertenece a Dios, damos gracias a Dios y buscamos en Él protección
a todo. A quien Dios guía, nadie podrá desviar, y a quien Dios abandone nadie
lo podrá guiar. Doy testimonio de que no existe divinidad merecedora de
alabanza sino solo Dios, y de que yo, Mujámmad, soy el Mensajero de Dios.”
El gran médico calló, su mente iluminada encontró la
verdad, mojó su garganta con saliva y pidió: “¿Puedes repetirme eso?” Y
Mujámmad, el Mensajero de Dios, repitió las palabras.
Damaud no dudó, sonrió y el miedo de su corazón voló
como una mariposa liberada del capullo de seda, entonces anunció: “¡Por Dios
que he escuchado las palabras de los adivinos y de los brujos, he escuchado las
palabras de los poetas, pero jamás había escuchado palabras como estas! Dame tu
mano, porque estoy jurando lealtad al Islam. No existe divinidad sino solo Dios
y Mujámmad es Su mensajero.”
Desde entonces Damaud, el medico que quiso curar a
Mujamad de su locura, encontró una cura para su propia alma.
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